28 abril, 2010

Miércoles 28 de abril de 2010. Jn 12, 44-50 (GL)

La verdad nos juzgará a nosotros mismos. La verdad será nuestro mayor verdugo en el día del juicio porque allá sólo la verdad saldrá a flote. Es por esta razón que el Demonio trata de confundir a las almas con doctrinas erradas que plantean que la verdad no existe. Si la verdad no existe, entonces el relativismo es el fundamento de todo y cada quien puede hacer lo que "le parezca".

Si caemos en el relativismo caemos en la trampa del Demonio. Si escuchamos la verdad escuchamos a Jesús. Jesús es como la luz que todo lo ilumina y lo muestra tal cual es; el Demonio, por el contrario, es como la oscuridad que trata de ocultad la verdad de las cosas. Es por esto que dice el Señor: «yo he venido al mundo como luz, para que todo el que crea en mí no permanezca en tinieblas».

María es como la luz ultravioleta que descubre la falsedad de los billetes falsos, solo que no descubre los billetes sino las almas. ¿y por qué? Porque María es reflejo perfectísimo de la luz de Cristo.

Dice Agustín: «Si, pues, vida eterna es el Hijo y vida eterna es el mandato del Padre, ¿qué otra cosa se ha dicho sino yo soy el mandato del Padre? A esto obedece lo que añade: "Así, lo que yo hablo, lo hablo tal como dijo mi Padre". Y las palabras me dijo no deben entenderse en el sentido de que hubiese hablado a su Hijo único por medio de palabras. Habló el Padre al Hijo de la misma manera que le dio vida, no porque ignoraba o no tenía, sino porque era el Hijo mismo. ¿Qué otra cosa significa "según me dijo, así hablo", sino yo que soy el Verbo hablo? El me habló de esta manera porque es veraz, y yo así hablo porque soy la verdad. El Veraz engendró a la Verdad. ¿Qué podría entonces haber dicho a la verdad? Pues la Verdad no es imperfecta, como para que se le pueda añadir algo.».

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

Gabriel López

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