29 junio, 2010

Martes 29 de junio de 2010. Mt 16, 13 GL

Cristo no se puede comprender sin la Iglesia. Cristo existe con la Iglesia, con su Iglesia. La Iglesia de Cristo es la esposa que nace del costado abierto del nuevo Adán. La Iglesia es la nueva Eva. La Iglesia es Madre y Maestra; en ella están todos aquellos que dicen sí al Señor. En ella se congregan todos los que quieren recibir sobre sus cabezas la sangre redentora de Cristo. Ella contiene a todos los hombres de todo el orbe.

La Iglesia de Cristo, ¿cómo no amarla? ¿cómo no querer vivir en la obra maestra del Hijo? Dichosos los santos que han amado a la Iglesia con todo su corazón. Dichosa Santa Catalina de Siena que la amó entrañablemente. Dichoso San Lorenzo mártir que fue asado en las parrillas por amor a la Iglesia.

Bienaventurados los que mueren por la esposa de Cristo porque aseguran su entrada triunfante en la vida eterna. Oh, la Iglesia… misterio inefable e inescrutable del amor de Cristo.

Cuando miramos a la Iglesia tenemos que volver inmediatamente la mirada a María, porque ella es el arquetipo de la Iglesia triunfante. María es la plenitud de la Iglesia. Al mirar a María asunta al cielo vemos a la Iglesia triunfante que es arrebatada a la presencia de Dios. Al ver a María vemos la resurrección de la carne, al ver a María coronada vemos la glorificación del cuerpo místico de Cristo.

Oh, insondable misterio de amor. Inescrutable fuente de vida… Iglesia santa de Cristo.

Gracias por la Iglesia.

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

Gabriel López

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