15 agosto, 2010

Domingo, 15 de agosto de 2010. Lc 1, 39-56

Dios “Enaltece a los humildes”, mi Señor, María la Mujer humilde, es enaltecida por ti, pues miraste la humillación de tu esclava, la colmaste de Gracias.

¿Cómo es María? ¿Cómo será la voz de Ella? Si Isabel quedó llena del Espíritu Santo, si tu mi Señor, decidiste llevártela para el cielo, es por que, definitivamente, es tu consuelo, es tu obra maestra, es hermosa, es intachable, nadie se puede resistir a su presencia, a sus virtudes.

Si el Señor tiene a su lado a María, si Isabel es santa, si Juan Bautista recibió el Espíritu Santo en el momento en que Isabel escuchó la voz de la Madre de Dios, entonces ¿Quiénes somos para que la madre de nuestro Señor habite en nosotros? Cuando nos consagramos no solo nos entregamos a ella sino que ella se entrega a nosotros, ¡que poco te he honrado mamá!

Mamita, hoy pido a san José que repare mis ingratitudes y faltas de amor hacia ti y hacia Jesús, que te obsequio y dejó en la cruz a esta miserable pecadora, quiero secar tus lagrimas con mi oblación para estar con Dios, contigo y todos los ángeles y santos por la eternidad.

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