11 agosto, 2010

Miércoles, 11 de agosto de 2010. Mt 18, 15-20

Podríamos dividir este evangelio en tres partes, la primera donde se habla de reprender, la segunda donde lo que se ata y desata en la tierra queda atado o desatado en el cielo, y en la tercera, el Señor nos habla de la oración en comunidad, pero ¿qué relación tienen? ¿Por qué en la liturgia se toman estos tres temas?

Definitivamente solo el Espíritu Santo que la inspiró conoce a plenitud la profundidad de cada letra, pero nosotros hoy podemos vislumbrar que el Señor da una autoridad a los apóstoles que debe ser corroborada en la oración, pues cuando reprendemos, tenemos que salir de nuestro querer y voluntad, de nuestra presunción y ego, hay que purificar nuestra intención, que el fin siempre sea la salvación de las almas, que muchos pecadores salgan del pecado, nunca puede ser basada en satisfacer nuestra autoridad o alardearnos y exigir nuestra posición.

Santísima Virgen, mujer fuerte, humilde, sabia, delicada, llena de Dios, particípame de tus virtudes, de tu amor, y que siempre viva en la Divina Voluntad, ayudame a recurrir siempre a la oración para poder conocer qué quiere Dios que yo haga, diga, piense, y corrija. Amén

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