21 agosto, 2010

Viernes 20 de agosto de 2010. Mt 22, 34-40

La caridad es la clave para llegar a Dios, porque quien ama (verdaderamente) cumple con los dos preceptos más importantes: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo.

Pero, ¿por qué nos amamos a nosotros tanto? ¿cómo es posible que el mandamiento sea amar al prójimo como a sí mismo? Esto quiere decir que todos, o la gran mayoría de los hombres, tienen un amor por sí mismos superior a otros amores. ¿por qué sucede esto?

El ser humano siempre tiende a amar, es un ser amante por naturaleza, pero por la herida contenida por el pecado original, las formas de amar se pueden desvirtuar para acomodarse a la ley del menor esfuerzo. Tenemos la tendencia de hacer las cosas más fáciles y lo más “práctico” para el hombre es amarse a sí mismo.

María y Jesús nos enseñan que el amor tiene que ser auténtico. María pensó siempre en los demás hasta el punto de jugarse la vida con su Fiat; Jesús vino para morir por nosotros en la cruz, y yo ¿qué he hecho por los demás?

Danos un corazón, Jesús, grande para amar, un corazón que arda de amor por los demás y salve a muchos de morir de frío.

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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