10 agosto, 2010

Martes, 10 de agosto de 2010. Jn 12,24-26

El grano de trigo que cae y no muere permanece solo, en cambio, quien muere tendrá mucho fruto ¿Cuál será la compañía de quien muere? Pues el mismo Señor responde: “El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor” y así mismo tendrá la presencia del Padre y del Espíritu Santo ¡que honor! La compañía del mismo Dios, la plenitud de la vida.

María, condúcenos a las alegrías del cielo, a la alegría de venderlo todo por el Tesoro de la Vida eterna, a tener la convicción diaria de la eternidad para no apegarnos a la vida en este mundo, a tener la claridad de que no hay que desear honores y reconocimientos humanos, sino el reconocimiento de Dios, que nunca sintamos tristeza por lo que hemos dejado o a lo que hemos muerto, sino que anhelemos con ardor y seguridad de que estar en Dios, de que vivir la vida en la Vida es lo único que nos da paz, satisfacción y plenitud, lo único que perdura y que nadie puede robar.

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