22 agosto, 2010

La Mision y el llamado a la salvación

Jesús se dirigía por las ciudades enseñando y de pueblo en pueblo, lo cual nos muestra el valor de la misión, el Señor misionaba yendo a llevar la buena nueva y predicando sobre el reino de los cielos y llevando la salvación a todos. Esta es el objetivo y fin del misionero llevar la buena nueva, llevar a Cristo, Él es nuestro Señor y salvador. En el mismo transcurso aparece una pregunta ¿Señor son pocos los que se salvan? La respuesta de Jesús no es directa pues podría sonar muy dura o se podría malinterpretar, su respuesta la hace diciendo que se deben esforzar pues algunos intentaran y no podrán entrar pues la puerta es estrecha.

Es evidente que se deben evitar dos extremos; el primero sería pensar que todo el mundo se condena y que además el Señor es un Dios castigador y violento. El segundo extremo es el pensar que como el Señor es un Dios misericordioso entonces nadie se condena. Pero se debe entender bien el concepto pues el Señor nos dio libertad y esta libertad incluso se afirma en la decisión de alejarse de Dios cosa que equivale al Pecado mortal que rompe el vínculo con Dios y la filiación divina, entonces una persona que muera en pecado mortal estaría autoexcluyéndose de Dios, se condenaría y no por defecto en la misericordia divina sino por obstinación de la persona a continuar en su pecado y no quererse arrepentir.


“CIC 1037 Dios no predestina a nadie a ir al infierno (cf DS 397; 1567); para que eso suceda es necesaria una aversión voluntaria a Dios (un pecado mortal), y persistir en él hasta el final. En la liturgia eucarística y en las plegarias diarias de los fieles, la Iglesia implora la misericordia de Dios, que "quiere que nadie perezca, sino que todos lleguen a la conversión" (2 P 3, 9)”

Esto no nos debe mover a pensar en Dios por miedo, sino que debe entenderse como una advertencia que Él mismo nos envía para que sepamos lo que hacemos, y podamos entender de manera clara.

El remedio que el Señor nos da es claro esforzaos por entrar por la puerta estrecha pues esta nos permitirá estar en la visión beatifica de Dios

¡A ti madre querida, enséñanos a amar!
“Ad Maiorem Dei Gloriam per Mariam”

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