30 agosto, 2010

Lunes 30 de agosto de 2010. Lc 4, 16

Dios se hizo hombre para que nosotros lleguemos a él. ¿Qué necesidad tenía Dios de crearnos y qué necesidad tenía de amarnos? ¿Por qué te empeñas tanto, Señor, en amarnos? Somos como los hijos que desean salir pronto de sus hogares para hacer su vida de una manera independiente y tú no te cansas de llamarnos por nuestro nombre.

¿Qué tenemos, oh Dios, que nuestra amistad procuras? ¿Por qué somos tan irresistibles para ti? Gracias por venir a anunciarnos el Reino, gracias porque los pobres, los cautivos y los ciegos somos todos nosotros.

Gracias porque nos quieres arrancar de la pobreza del pecado, de la miseria de la falta de amor. Gracias porque nos quieres libres de las ataduras de mundo, de la carne, y del Demonio. Gracias porque nos dejas ver tu majestad y tu bondad y nos regalas a tu Santísima Madre para acompañarnos.

Gracias Señor por tu paciencia y tu Misericordia; haz que seamos misericordiosos como tú.

Madre Inmaculada, enamóranos de Jesús.

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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