29 agosto, 2010

La humildad de María


“No hay remedio para el mal del orgulloso, porque una planta maligna ha echado raíces en él”. Con estas palabras nos habla Dios en la lectura del Eclesiástico, y es el punto de encuentro de la liturgia de la palabra para este día del Señor. Que peligro es el orgullo, pues mata el alma y la aleja de la presencia del Señor pues es una pared que se hace entre Dios y el hombre por iniciativa de este segundo. El Señor nos llama a caminar con humildad, a buscar la virtud para romper esta pared que hemos creado y acercarnos a Dios para recibir de Él la gracia necesaria para nuestra salvación, pues dice el Señor “Un corazón contrito y humillado no lo desprecia”, porque un corazón contrito y humillado sabe reconocer en Dios, su creador, sabe reconocer en Dios, su fuerza y esperanza y se acerca a Él sin pretensiones egoístas sino con un corazón solicito que espera en Él.

La humildad es la virtud contraria al orgullo lo cual se debe cultivar y la mejor forma de saber se consigue es mirando a alguien que la ha conseguido y siguiendo sus pasos. Así miremos a la nuestra Santa Madre María que ha sido la más humilde de las creaturas llegando a rebajarse a categoría de esclava para hacer la voluntad de Dios. Que hermosa Reina que antes de ver su voluntad mira la voluntad de Dios y la acepta creyendo en lo que Dios le decía.

La lectura también nos da una clave para entender esto y nos dice, “Hijo mío realiza tus obras con modestia” de esta manera se encontrará con la humildad. Señor enséñanos esta santa virtud de la humildad para ella eche raíces en el alma y nos haga una buena morada para recibirte a ti.

¡A ti madre querida, enséñanos a amar!
“Ad Maiorem Dei Gloriam per Mariam”

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