04 agosto, 2010

Miércoles 4 de agosto de 2010. Mt 15, 21-28

image003 Jesús pone a prueba la fe de aquella mujer que lo estaba siguiendo, la cual persevera en su petición y obtiene la curación de su hija. Aquella mujer es como María, que obtiene la curación de nosotros gracias a su perseverancia. El dolor nuestro es el dolor de ella, porque siente en su alma la agonía de las nuestras.

María siente dolor al vernos enfermos por la lejanía de Dios y clama gimiendo a su Hijo que tenga misericordia de nosotros. ¿Será que María habla como aquella cananea cuando dice: ten misericordia de mí? Nótese que aquella mujer no dice: “ten misericordia de mi hija” sino “ten misericordia de mí”, porque el dolor de su hija es su dolor (como María con nosotros).

Dice en autor antiguo: ”Gran fe se nota en estas palabras de la cananea: cree en la divinidad de Cristo cuando lo llama Señor y en su humanidad cuando le dice hijo de David. No pide ella nada en nombre de sus méritos, invoca sólo la misericordia de Dios, diciendo: "Ten piedad". Y no dice ten piedad de mi hija, sino de mí, porque el dolor de la hija es el dolor de la madre y a fin de moverlo a compasión, le cuenta todo su dolor. Por eso sigue: "Mi hija es malamente atormentada por el demonio". En estas palabras descubre ella sus heridas al médico y la magnitud y características de su enfermedad. La magnitud, cuando dice: "Es atormentada malamente" y las características por las palabras: "por el demonio"”.

Gracias Jesús porque nos regalas un corazón irresistible. Gracias porque tu corazón siempre late por nosotros y está allí, al alcance, para poder recurrir al él en todo momento. No permitas que le demos la espalda a tu amor. No dejes que nos alejemos de la Inmaculada. No dejes que encontremos “otro amor” diferente al tuyo.

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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