19 agosto, 2010

Jueves 19 de agosto de 2010. Mt 22, 1-14

El Reino de los Cielos es para los humildes, para los que se hacen pequeños como María. No para los pobres por ser pobres, ni para los golpeados por ser golpeados, sino para aquellos que se hagan pobres y sean golpeados por su causa.

No nos salvaremos por ser mendigos, porque la misma parábola nos demuestra cómo aquel hombre, siendo pobre, no se preparó para entrar en el banquete y por eso fue expulsado afuera. La salvación no viene dada por la condición económica, sino por la disposición del corazón. La mendicidad debe estar en el corazón, porque debemos sentirnos completamente necesitados de Dios y pedirle todo a él, confiando en que nos lo dará y en que guiará nuestros pasos. Claro está que el Señor nos llama a ser pobres, como él, pero no por ser pobres (sin disposiciones internas) tenemos garantizado el Reino de los Cielos.

María se hizo pobre por Jesús; escogió al Espíritu Santo como esposo y fue designada como Madre de Dios. María dispuso su corazón perfectamente para vivir su fe, para decirle sí a Dios, para hacer su voluntad.

Qué diferentes son las cosas cuando se hacen de mano de María. Ella nos enseña a vivir nuestra fe, a ser mejores cristianos, a amar a Jesús. María nos lleva a Jesús de tal manera, que tenemos asegurado el ingreso al banquete, vestidos con el mejor traje: la humildad.

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

No hay comentarios:

Search