16 agosto, 2010

"Vende tu voluntad y dala a los pobres de espíritu"


El evangelio nos presenta dos personas, por un lado Jesús nuestro Señor y por el otro un joven el cual viene a preguntarle a Jesús sobre moral, y más específicamente ¿Qué debo hacer de bueno, o que obras buenas debo hacer para entrar en la vida eterna? Jesús le responde haciéndole entender que el único bueno es el mismo Dios pues, Él es la Bondad infinita y de Él viene todo lo bueno que el hombre puede hacer, luego de esto le dice que cumpla los mandamientos para entrar en la vida eterna, es decir esta es la ley sobre la cual seremos juzgados en el amor, sin embargo no se queda sólo allí, pues el Señor nos pide Santidad, y es allí donde aparece: “Si quieres ser perfecto…” este si quieres es un invitación al mandato, una invitación pues este mandato a la santidad esta puesto no por imposición sino por Amor.

Esta es la vocación universal a la cual hemos sido llamados todos, en este caso particular este joven debía vender todo lo que tenia y sin embargo nos damos cuenta de la realidad triste del hombre, el cual vive más pegado de las cosas de este mundo que de las cosas importantes; las del cielo. Este hombre que llevaba una vida recta, tenía apego que no lo dejaba llegar a una vida perfecta que es donde debemos aspirar. La pregunta que me llega es ¿Qué apegos tengo en mi vida? Y cuando hablamos de apegos no solo nos referimos a los apegos materiales, existen incluso apegos egoístas a lo espiritual, donde no se busca honrar a Dios porque es Dios sino porque se quiere ser importante y se quiere hacer lo que piensa la persona que le conviene cuando ni siquiera se ha preguntado si eso es lo que quiere Dios para Él.

“Si quieres ser perfecto, vende tu voluntad y dala a los pobres de espíritu, después vuélvete hacia Cristo para obtener de él la suavidad y la humildad, y síguele hasta el Calvario y el sepulcro”. (St. Juan de la cruz)

Qué difícil es negarme a mí mismo Señor, oh Virgen Bendita dame luces y quita la ceguera de mis ojos para ver qué es lo que debo negarme y poder hacer la voluntad de Dios.

¡A ti madre querida, enséñanos a amar!
“Ad Maiorem Dei Gloriam per Mariam”

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