06 agosto, 2010

Viernes 6 de agosto de 2010. Lc 9, 28-36

La Transfiguración de Jesústransfiguracion[1]

Un sueño profundo se había apoderado de los discípulos, pero en un momento, cuando vieron la gloria de Jesús se despertaron de golpe, ¿Quién no se despertaría?

Qué fácil es seguir a Jesús cuando lo vemos en su gloria. Qué fácil es seguir a Jesús mientras se sienten sus consuelos. Qué fácil es estar junto a Jesús cuando estamos viendo cosas maravillosas. Pero cuando todo parece igual, cuando Cristo se aparece en el mendigo, en el pobre, en la viuda, en el harapiento o en el vecino, incluso en el hermano o en la familia, ahí sí que es difícil seguirle, porque un sueño profundo se apodera de nosotros.

Somos como los niños que necesitan tener cosas diferentes y dinámicas para no aburrirse o desesperarse. En cambio María y los santos amaron ardientemente a Jesús en todo momento. Cuando la noche parecía más oscura y cuando todo había perdido su color, allí el santo se acercaba más a Dios. No digo que no sea un proceso doloroso, pero al final de cuentas esa oscuridad es el camino que lleva directamente a Cristo, para después ver la gloria eterna.

Gracias María porque en tu silencio y en tu humildad nos enseñas a acercarnos más y más a Dios. Gracias porque este evangelio me habla de ti y me enseña sobre tu silencio.

Corazón irresistible de Jesús, en ti confío.

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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