"Cuando debamos censurar o corregir, procuremos, con escrupulosa preocupación, preguntarnos: ¿No hemos cometido nunca esta falta; nos hemos curado? Aunque nunca la hayamos cometido, acordémonos que somos humanos y que la hubiéramos podido cometer. Si, por el contrario, la hemos cometido en tiempos pasados, acordémonos de nuestra fragilidad para que nuestra corrección o aviso se vea impregnado de benevolencia y no de odio. Que después el culpable sea mejor o peor –porque el resultado es incierto- por lo menos habremos asegurado que nuestra mirada permanezca pura. Pero si a lo largo de nuestra introspección, descubrimos en nosotros mismos el mismo defecto que pretendemos corregir, en lugar de reprender, lloremos con el culpable; no le pidamos que nos obedezca sino que comparta nuestro esfuerzo"
San Agustín. Explicación al Sermón de la montaña, 19
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