10 septiembre, 2010

Viernes, 10 de septiembre de 2010. Lc 6,39-42

“Cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será como su maestro”

¿Cuándo llegaremos a la santidad? ¿Acaso, nos creemos o hemos creído santos? ¿Cuánto nos falta para ser santos?

Definitivamente mucho, ni siquiera amamos verdaderamente a quienes nos aman y muy pobremente podremos amar a nuestros enemigos, a quienes nos calumnian y a quienes nos persiguen, entonces al examinar nuestra conciencia, nos damos cuenta que somos ciegos, que la luz es Cristo y María es quien nos dirige hacia la luz, y siempre estamos necesitados de ellos.

María, ayúdanos a morir a nuestro propio egoísmo y a nuestra soberbia que no nos dejan ver claro, que no nos permiten ver con objetividad la condición humana, y al contar con tu misericordiosa acción maternal, podamos tener palabras dulces que muevan los corazones hacia Dios, para que cuando denunciemos algo, sea en la divina voluntad, sea en oración y con la intención de buscar el bien de las almas y no el prestigio, el orgullo, ni el poder.

Gracias mi Jesús porque al mirarte, me doy cuenta de cuanto me falta para agradarte y amarte como debo hacerlo, desarmas mi corazón.

Totus tuus María.

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