28 septiembre, 2010

Ir a Jerusalén


“Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo” Se llega el momento de entrega de Jesús, momento para su sufrimiento, dolor y pena. Es Jesús que esta a las puertas de toda su pasión, dolor y sufrimiento. El Señor se dirige a Jerusalén, la ciudad del templo pero a la vez la ciudad de su dolor y crucifixión. El Señor camina hacia este lugar donde sus caminos se convertirán en caminos de sangre y las personas que algún día lo alababan como rey ahora lo iba a despreciar, insultar y maldecir.

Es hacia Jerusalén que se dirige Jesús y hacia este mismo lugar se dirige la virgen, allí nos debemos dirigir nosotros a la Jerusalén que desprecia a sus profetas y los niega para venderlos a la muerte, y así como María estaba en Jerusalén no para negarlo, ni para insultarlo sino para morir con Él, también el hombre busque su Jerusalén terrena y vaya para donarse en la cruz de Jesús.

Que increíble realidad, nosotros podemos convertirnos en despreciadores de Jesús incluso cuando habíamos hablado con él y habíamos experimentado su misericordia. Señor con nuestro pensamiento te podemos ofender, con nuestra mirada, con nuestros actos e incluso con la falta de ellos, por esto permítenos que vayamos contigo a Jerusalén pues si estoy contigo no estaré en contra tuya, si estoy del lado de tu cruz, cargando y sufriendo con ella no estaré del lado de los que reniegan y te insultan, y si por algún caso pasa lo lamentable que vuelva al regazo del arrepentimiento para llegar de nuevo a ti.

¡A ti madre querida, enséñanos a amar!
“Ad Maiorem Dei Gloriam per María!

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