29 septiembre, 2010

Miércoles 29 de septiembre de 2010. Jn 1, 47-51

Jesús le prometió a Natanael ver cosas mayores sólo por haber tenido un pequeño acto de fe cuando dijo: «tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Ahora bien, si nuestra fe fuera como un grano de mostaza podríamos mover montañas, y si nuestro corazón comprendiera que Jesús es Dios, entonces, verdaderamente, podríamos hacer cosas grandes.

Sin embargo me surge una duda: ¿dónde estaba Natanael cuando Jesús pregunto «¿quién dice la gente que soy yo?»?, ¿Dónde estaba durante la pasión del Señor?, ¿Dónde estaba cuando Cristo resucitó?

Natanael proclamó con los labios la divinidad de Cristo y el Señor lo felicitó y alabó por eso, pero en varias ocasiones vemos cómo no estaba allí para proclamar la divinidad de Cristo con su vida. En cambio, María proclamó las grandezas del Señor no sólo con sus labios, sino sobre todo con su vida, porque siempre la vemos allí, al pie del Señor, en todos los momentos, nunca falta Ella.

Si Natanel fue dichoso y vería cosas mayores ¿qué verá entonces María al ser la misma Madre de Dios? Natanael vería a los ángeles del cielo subiendo y bajando sobre el Hijo del hombre, mientras María sería servida por esos mismos ángeles.

María, tu grandeza es cada vez más impresionante por medio de tu pequeñez.

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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