11 septiembre, 2010

Sábado 11 de septiembre de 2010. Lc 6, 43-49

«El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón» Entonces, ¿el hombre malo no tiene un tesoro de bondad en su corazón? No, todos nosotros hemos sido redimidos por Cristo y su Sangre preciosísima ha caído sobre nosotros. Todos tenemos el tesoro de bondad en nosotros, pero cada hombre tiene la libertad de escoger qué hacer con ese tesoro inicial. El hombre malo no es malo porque Dios lo haya querido, sino porque, él mismo, decidió albergar la maldad en su corazón.

¿Qué tesoro de bondad más grande que recibir el Espíritu Santo en el bautismo y ser arrancados de las garras del mundo, del demonio y de la carne? ¿Qué tesoro de bondad más grande que recibir la filiación divina? ¿Qué tesoro de bondad más grande que poder tener acceso en aquel sacramento en el cual se come a Cristo?

No, la culpa no es de Dios, la culpa es del que no quiere que Dios habite en él.

María, somos durísimos de corazón, somos culpables del pecado de indiferencia. Somos culpables del desprecio a ti y a tu Esposo, a tu Hijo y a tu Padre.

¿Quién pudiera ser como tú, María? Madrecita, mueve nuestros corazones a la alabanza perfecta, la cual consiste en hacer la voluntad de Dios.

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

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