15 septiembre, 2010

Martes, 15 de septiembre de 2010. Jn 19, 25-27

“Feliz la Virgen María, que, sin morir, mereció la palma del martirio junto a la cruz del Señor.”

Jesús en la cruz ve a su Madre, y ella lo ve a Él, es todo un diálogo de corazones, de miradas, miradas llenas de dolor, celo y amor por las almas, en que se percibe la unión de ésta pareja de benditos que buscan nuestra salvación.

Oh Virgen Dolorosa, en el evangelio no se menciona tu aceptación del discípulo como hijo, pues Jesús ya sabía tu respuesta, tu sí es constante, es fiel, por eso se concluye que “desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa”, para recalcar lo importante de nuestra decisión y voluntad al aceptarte, porque tu estas siempre dispuesta, solo falta nuestro fiat; por tanto, yo quiero reconocerte en el dolor, aceptarte como mi Madre, mi Señora, mi dueña, mi invitada, mi seguridad, habita en mí, porque así como fue entregado, en la liturgia de ayer, el hombre resucitado a su madre, así yo fui entregada a ti María, cuando Jesús me resucitó con su sangre y sacrificio al vencer al mundo, demonio y carne. Hoy me abandono en tus brazos porque no dejas perder nada de cuanto a ti se confía y quiero renovar mi consagración a cada instante de mi vida. Totus Tuus María.

No hay comentarios:

Search