16 septiembre, 2010

Jueves 16 de septiembre de 2010. Lc 7, 36-50

¡Qué Evangelio! Al que mucho se le perdona, mucho ama. ¿Será esta la razón por la cual hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por 99 que no necesita conversión? ¿Será también esta la razón por la cual hay más alegría por el hijo pródigo que regresa que por el hermano mayor fiel que siempre ha estado allí?

Al que mucho se le perdona, mucho ama: con razón al Señor le encanta perdonar pecados, porque esa alma a la cual se le perdonan sus faltas amará mucho.

¿No te has puesto a pensar por qué Jesús perdona a la que mucho ama y a Simón le explica que al que mucho se le perdona mucho ama? Es decir: Jesús perdona a la pecadora porque ha amado mucho, sin embargo a Simón le explica que la perdona porque al que mucho se le perdona, mucho ama. Es como si quisiera decir que él no perdonó a la pecadora porque haya amado mucho, sino porque al perdonarlo él amará mucho.

Esto sucede porque independiente del amor que un pecador tenga, sea mucho o sea nulo, Jesús siempre lo va a perdonar. No el lo mucho o poco que ames lo que te va a conceder el perdón de los pecados (la Misericordia de Dios es infinita y, en realidad, no necesita de nosotros para perdonarlos —aunque así lo quiere hacer), por lo tando, Dios perdona mucho porque después se le amará mucho.

Creo que me enredé mucho… espero que me perdones mucho.

Todo por la Inmaculada.

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