Tú, Jesús, eres justo y misericordioso. Eres bueno con todos, con los buenos y con los malos, con los agradecidos y los desagradecidos. Tú nos invitas a hacer el bien sin importarnos quién es esa otra persona. Al fin de cuentas, tú nos invitas a ser como María.
María amó a sus enemigos, hizo el bien a sus enemigos, rogó por los que la difamaban. María siempre puso la otra mejilla y dio al que le pedía.
¿Cuánto me asemejo a María? Pobre de mí…
Madre Santísima, inflama mi corazón de amor a Dios para poder amar con corazón inflamado al prójimo. Si me llego a enamorar de ti como Jesús lo quiere, todas estas cosas serán fáciles para mí. Acercándome a ti nada será difícil; si te miro a ti, nada estará fuera de mi alcance. Si te amo a ti, amaré y glorificaré muchísimo más a Jesús.
Sor Faustina, ruégale a Dios para que mis ojos, mis oídos, mi corazón y todo mi ser sean misericordiosos.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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