28 septiembre, 2010

Martes 28 de septiembre de 2010. Lc 9, 5-56.

En un pueblo de Samaría no quisieron recibir a Jesús porque iba para Jerusalén. Los discípulos se indignaron por este desprecio y pidieron autorización para mandar a caer fuego del cielo.

Somos como estos discípulos que no sabemos lo que decimos ni entendemos lo que pedimos. ¿Qué tal que Jesús hubiera aceptado lo que ellos querían? ¿qué tal que Dios nos concediera todo lo que pedimos? Seríamos un verdadero desastre.

En cambio el corazón de Jesús es tranquilo y sereno. Jesús no pierde la paz como nosotros. Jesús no manda a caer fuego para consumir a los que no son sus fans. Jesús no juzga desde las apariencias sino desde el corazón.

Madre María, aquí está mi corazón (de piedra), dame un corazón de carne que ame verdaderamente todo lo que Dios ama.

Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.

No hay comentarios:

Search