Gracias a ese soldado hoy tenemos aquella bella oración en la Eucaristía: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme». ¿Cómo es posible que aquel hombre que no era judío creyera en Jesucristo con tanta fe?
Aquel soldado romano tenía tanta fe que sabía que Jesús podía hacer el milagro, de sanar al criado que tanto amaba, desde lejos. Sabía que Jesús tenía el poder de hacer cualquier cosa, y se sentía avergonzado de que Jesús fuera a su casa.
Los judíos que llevaron el mensaje a Jesús se basaron e en el amor al pueblo judío y en la construcción de la sinagoga, por parte del soldado romano, para que se hiciera la curación, en cambio Jesús se fundamentó en la fe porque Él no mira con ojos de interés.
Al fin de cuentas, Dios ve los corazones, no las construcciones. Dios ve la fe y no la conveniencia religiosa. Dios busca y quiere la salvación de todos, no solo de los que profesan una religión determinada.
Madre Santísima, te ruego por los que buscan a Dios con corazón sincero. Alcánzales la gracia de conocer a Jesús y llegar a Él por medio de ti.
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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