19 septiembre, 2010

Domingo, 19 de septiembre de 2010. Lc 16, 1-13

Un día le avisaron al Dueño que el administrador le estaba malgastando sus bienes ¿hay quejas a Dios de nosotros? ¿Qué podemos decirle a Dios de nuestro comportamiento? ¿Cómo actuamos frente a lo más pequeño? ¿Hemos dejado responsabilidades inconclusas?



Seguramente nuestro Señor nos ha confiado sus bienes, sus almas, sus hijos, sin embargo, hemos sido demasiado despreocupados y negligentes ¡que malos administradores!



Santísima Virgen María, Virgen fiel a Dios y a los hombres, tu que administraste cada cosa en la casita de Nazaret con sumo cuidado, tu que fuiste diligente y cuidadosa con Isabel y su familia, con los invitados y agasajados en las bodas de cana, enséñame a cuidar de los bienes espirituales y materiales, ayúdame a ser una verdadera mamá. Gracias por tus cuidados con el niño Jesús, conmigo y con toda la humanidad.



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San Agustín, ut sup. El señor alabó al mayordomo a quien despedía de su administración, porque había mirado al porvenir. Prosigue: "Alabó el señor al mayordomo infiel, porque lo hizo prudentemente". No debemos, sin embargo, imitarlo en todo, porque no debemos defraudar a nuestro señor para dar limosnas de lo que le quitemos



Estas parábolas se llaman contradictorias para que comprendamos que si pudo ser alabado por su amo aquél que defraudó sus bienes, deben agradar a Dios mucho más los que hacen aquellas obras según sus preceptos.



¿Y quiénes son los que serán recibidos por ellos en las mansiones eternas, sino aquellos que los socorren en su necesidad y les suministran con alegría lo que les es necesario? Estos son los menores de Cristo, que todo lo han dejado por seguirlo y todo lo que han tenido lo han distribuido entre los pobres, para poder servir a Dios desembarazados de los cuidados de la tierra y, libres del peso de los negocios mundanos, levantarse como en alas hacia el cielo.


No debemos entender que aquellos por quienes queremos ser recibidos en los eternos tabernáculos, son deudores de Dios, puesto que son los santos y los justos a quienes se alude en este lugar y que serán los que introduzcan a aquellos de quienes recibieron en la tierra remedio para sus necesidades.

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