Jesús pasó toda la noche orando para luego escoger a los doce apóstoles. ¿Cómo es posible que Dios, teniendo todo el conocimiento y escudriñando lo más profundo de las almas se haya dedicado toda la noche a orar para escoger a los discípulos? ¿Con cuánta más fuerza tenemos que orar nosotros que no somos Dios?
Jesús ora toda la noche no porque sea débil, sino porque nos quiere enseñar cómo orar. Jesús desea que los hombres aprendamos que la oración es el alimento diario que nunca debe faltar. San Ambrosio decía: «No quieras abrir los oídos de malicioso, creyendo que el Hijo de Dios rogaba porque era débil, para alcanzar lo que Él no podía hacer; Autor de la potestad, Maestro de la obediencia, nos excita con su ejemplo a cumplir los preceptos de la virtud.».
María acogió perfectamente el ejemplo de Jesús. El silencio y la oración siempre precedieron todas sus acciones. María nos enseña que la oración dispone nuestro corazón, prepara nuestro espíritu y sosiega nuestra mente. Si la Inmaculada oraba tanto, ¿Con cuánta más razón debemos orar nosotros?
Todo por la Inmaculada, nada sin Ella.
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