Jesús, alcanzame la gracia de poder extender cuerpo y alma a la gracia eficiente y siempre actuante, pues como aquel hombre de la sinagoga, no solo tengo paralizada una mano sino manos, pies, tronco, cabeza e incluso el cerebro. Me haz dado un cuerpo de carne y yo le he transformado en piedra y ello porque la fuente de esa dureza se alberga en el corazón, que no bombea ya sino que agoniza en una arritmia no sincronizada a la de su creador.
No salen de mi palabras eficientes, edificantes o tiernas al ojo, solo salen letras dolientes y menesterosas de vida...
Esteban Sánchez.
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