23 septiembre, 2010
Santa Inquietud por Conocer a Jesús
El Señor Jesús despertaba en los otros, una cierta inquietud pues verdaderamente sus obras eran increíbles además que su misericordia acogía a todo Israel y de esta manera el pueblo veía en Él al enviado de Dios. De esta manera Herodes quería conocer a Jesús, lastimosamente quería conocerlo pero no por una sana curiosidad sino por una hipócrita vanidad que había en su corazón, solo buscaba saciarse a sí mismo con sus actos. Herodes había mandado a decapitar a Juan y sabia que Juan no vivía, pero le sorprendía que se dijeran cosas superiores de Jesús que del mismo Juan, por esta razón quería buscarlo. ¡Qué vanidad, que vanidad la que mostraba Herodes y en la que muchos caemos al poner a Dios en un segundo plano!
Por esta razón nuestra voz debe ser la del salma “Tú señor has sido nuestro refugio de generación en generación” ¿Es el Señor nuestro refugio? ¿Es el Señor tú refugio? La respuesta puede ser equivalente a como estamos en nuestra vida de fe ¿Es coherente nuestra vida de fe? Esto nos debe llevar a tener una solo respuesta, y debe ser la de mirar al cielo a las riquezas celestes “Pues allí donde está tu riqueza está tu corazón” ¿Dónde tenemos el corazón? ¿En verdad confiamos en el Señor? O simplemente lo decimos de labios y nuestro corazón se perturba de circunstancia en circunstancia.
Oh! ¿Quién podrá enseñarnos esta confianza en Dios, está sana inquietud por conocer realmente a Jesús? Alguien lo conoció por más de treinta años; La virgen María, que ella la perfecta inmaculada nos enseñe el camino de salvación, el camino de santidad, el camino de darle gloria a Dios.
¡A ti madre querida, enséñanos a amar!
“Ad Maiorem Dei Gloriam per María!
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